Un acto de comunión

Un acto de comunión.

Su nombre lo dice todo: el ser uno con los demás, uno con la comida y la cocina, ser una extensión de otro.

Una casa, un salón. Sencillas instrucciones, entrar a la casa y no preguntar nada. Allí me encuentro rodeada de personas, ajenas a mí; sin compañía me aventuro a entrar en esta interacción. Al pasar por el portón me topo con una chica, pide mi nombre y subo las escaleras; entro a un pequeño salón. En el fondo bebidas, cerveza y mezcal, unas cuantas botanas y todo sencillo. Se escucha música para ambientar y solo hay una fotografía.

Observo desde lejos todas las interacciones. Nadie va solo, desde los jóvenes hasta los adultos, la pareja heterosexual y la gay; todos platican, nadie se inmuta pero tampoco están aquí por mí.

Velas, no hay luz eléctrica. Interrumpe alguien para decirnos que debemos bajar, que hay una vela con una llave al finalizar las escaleras; bajamos lentamente y tras recoger la llave vamos al portón del fondo y continuamos hasta topar con dos mesas largas, aún con velas como iluminación, copas de vino, un vaso para agua, el plaqué y el pan. Detrás de un plástico opaco se encuentra lo que imagino es la silueta del chef y en el salón comedor tras sentarnos con una entrada dramática un joven adulto, el cual con aspecto soso, camisa de cuadros y lentes, un poco nerd, comenzará su monólogo, a interactuar con el público entre diálogo y diálogo, provocará risas o seriedad y abruptamente terminará por darte la mano si eres afortunado.

Sirven la entrada fría y te dejarán con música y las pláticas de aquellos que se conocen, servirán vino y nuevamente me quedaré en silencio para descubrir que sin contratiempos entrarán volando los platos fuertes acompañados de vino tinto.

Un delicioso pedazo de puerco acompañado de salsa, romero en aceite y pequeños trozos de esta hierba, puré de camote y hongo shitakes, llevándose por lo que denominamos en cocina umami.

Pronto te darás cuenta que el monólogo comienza de nuevo, el actor se mueve por la casa utilizando una cámara, hasta el baño, cocina y regresará para platicarte, sin perder de vista la interacción con la audiencia. Luego descubrirás que la comida es un medio para transportar sentimientos que solo Frankie, el actor, te puede transmitir.

Al terminar los actos, los platillos y el postre he quedado encantada y dejando de lado el simple hecho de comer o de ver una obra, interactuar con este espectáculo es una sensación que ni con mil palabras se puede describir. Tampoco tendría sentido, pues si te cuento lo que experimenté a detalle te quitaré la intensidad, la sorpresa y crearé predisposición o te influiré con mi punto de vista: tendrás que hacerlo tú mismo para vivir la verdadera obra de arte que es esto.

Reservaciones e información:
unactodecomunion@gmail.com

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Gretchen G. Z.

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